Me hacían tanta falta, necesitaba tanto de su compañía. Mi hermano mayor, Luis, había sufrido de un ataque al corazón ese año. Estuve a punto de perderlo y eso hizo que me diera cuenta de cuanto lo necesitaba. Nunca antes había sentido que tenía hermanos en realidad. Pero ese viaje fue el que abrió los ojos. Diego y Victor Hugo, eran mis otros dos hermanos. Pero no eran hermanos cualquiera.
Tenían toda una familia formada. Cada uno tenía su mujer y sus hijos. Sus trabajos, sus tiempos, sus vidas de adultos. Y yo, una simple adolescente. [...]
Ellos fueron los que realmente hicieron que ese viaje valiera la pena. Era raro tener hermanos tan grandes, podían ser mi padre, pero no lo eran. Eran mis hermanos, y eso los convertía en protectores y enemigos de ésta pobre pequeña adolescente. No eran mis enemigos, todo lo contrario. No se comportaban como un hermano fastidioso dos años mayores que tu. Sino eran más bien la clase de hermano que te ama con cada célula de su cuerpo y que necesita de ti cada minuto, pero como no es afortunado de tenerte las veinticuatro horas del día, te disfruta cada segundo cuando puede hacerlo. Sí, eran esa clase de hermanos, aunque fuera a larga distancia.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment